martes, 29 de diciembre de 2009

Messi, el grande





Tenía 11 años, medía 1, 32 metros y pesaba 30 kilos, edad ósea correspondiente a un niño de 10 años. Diego Schwarzstein, endocrinólogo de la Clínica de Glándulas y Medicina Interna de Rosario, detectó que el niño Lionel tenía déficit en la producción de la hormona de crecimiento. Su familia no podía hacerse cargo del tratamiento que Lio necesitaba. Su padre y él fueron a España en busca de un trabajo que pueda cubrir el tratamiento de Lio.
Lionel probó suerte en el Barcelona, ante la atenta mirada de Carles Rexach, y deslumbró entre gente hasta dos años mayor que él, dejando de lado la inferioridad física en que se encontraba. Los catalanes ficharon al argentino y decidieron correr con los gastos y el riesgo de los tratamientos de Lionel, que rápidamente respondió y se destacó en las ligas infantiles del club.
Debutó en el 2004 contra el Espanyol, y fue el comienzo de una carrera meteórica que, sólo 5 años después, lo llevó a la cima del fútbol mundial, arrasando con todos los premios cole
ctivos e individuales. Pero esta historia trata acerca de las piedras en el camino en la vida futbolística de Lionel.
Ni bien comenzó a despuntar, se lo etiquetó de individualista, de comilón, de necesitar un balón para sí mismo, y otro para los demás. Poco a poco Lio empezó a conectarse con el juego colectivo del Barca de Rijkaard, plagado de estrellas y egos como los de Eto'o,
Ronaldinho y Deco, vacas sagradas que dictaban el qué y el cómo en el club catalán.
Messi triunfó en el mundial juvenil de 2005 con una facilidad insultante, y se perfilaba como un crack total, de primera línea, pero las críticas continuaron. Tras sufrir sendas lesiones musculares, la opinión pública lo etiquetó de jugador de cristal, de lesionarse con facilidad y no poder aguantar el difícil ritmo de competición europeo. Tuvo que sufrir en el 2006 mirar desde la grada la final de Champions que el Barca ganó al Arsenal.
Lionel no quiso que la historia se repita, y trabajó específicamente en fortalecer la musculatura. Una vez acabada la tarea, siguió ganando partidos con facilidad, haciendo goles de todos los colores, pero su equipo dejó de responder, laissez faire de Rijkaard mediante, cuya complacencia con el vestuario terminó por destruir un gran proyecto apenas comenzaba a cosechar éxitos. Entonces las críticas se renovaron, ahora, Messi era un gran jugador, pero cuya producción no incidía en la de su equipo, y la etiqueta correspondiente erala de ser un jugador 'intrascendente'.
En el verano español del 2008, se produjo un evento crucial en la carrera de Lionel: la llegada de Pep Guardiola. Gran intelectual del fútbol, detectó los problemas del Barcelona y decidió eliminar las vacas sagradas y darle toda la respo
nsabilidad a Messi, mimándole, cuidándole y enseñándole, atenciones que Lio devolvió con creces.
Aumentó su producción notablemente, y con ella la del equipo, pese a to
do, y cuando Messi iba inevitablemente a convertirse en el mejor jugador del mundo, los críticos enc
ontraron nuevas deficiencias del argentino. Era un gran ju
gador, pero nunca podía ser el mejor, porque no sabía cabecear, ni tampoco patear con la derecha. Guardiola advirtió que no había que desafiar a Lionel, porque en cualquier momento iba a responder y dejar en rídiculo a quienes lo criticaron. No tardó en hacerlo: goles de derecha, goles de cabeza, y el más importante de todos en la final de Champions frente al
Manchester, saltando lo suficientemente alto para recibir el centro de Xavi y cabeceando con inteligencia por encima de Van der Saar.
Un apartado merece su situación con la 'selesión'. Messi aún no ha podido 'rendir' en la albiceleste
. Resulta que nadie de Argentina ayudó a su familia cuando lo necesitaba, cuando todavía no era el mejor jugador del mundo, cuando era simplemente un desconocido que además era un bajito con problemas de crecimiento. Y ahora, cuando se convirtió en el mejor jugador del planeta, los argentinos
reclaman que Messi les salve del desastre en que se ha convertido la selección, con Maradona al frente, y no contento con eso, critican su condición de 'catalán', de no cantar el himno, de haber vivido desde pequeño en España; de haber elegido el camino del desafío y de intentar triunfar en la vida, de la mano de quienes confiaron en el.
Ante cada desafío que la vida le presentó, Messi respondió con mayor fuerza, poniendo el pecho a las balas (como en el golazo frente a Estudiantes en la final del Mundial de Clubes). Soy débil, luego me hago fuerte. Y por eso pasó de ser la pulga, a convertirse en Messi, el grande.